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HACE 40 AÑOS

HACE 40 AÑOS

Envejecer no está tan mal si tenemos en cuenta la alternativa

La tele era en blanco y negro y sólo tenía dos canales, por supuesto nadie sabía lo que era un mando a distancia…, durante esa década la guerra de Vietnam llegaba a su fin, Stallone hacía de Rocky, Marlon Brando del Padrino; la Casa Blanca protagonizaba el escándalo Watergate y Richard Nixon se veía obligado a renunciar a la presidencia de EEUU, se fundó Microsoft y Apple Computer.  Kubrick nos regaló su “Naranja mecánica”, nos morimos de miedo con “El Exorcista” y dejamos de bañarnos tranquilos en el mar para siempre gracias al “Tiburón” de Spielberg; “La guerra de las galaxias” inició su historia gracias a George Lucas, mientras en casa veíamos ”Los ángeles de Charlie”, nos disfrazábamos de “Los hombres de Harrelson”, y descubríamos a nuestros primeros malos odiando a JR en “Dallas”.

Joder, hace ya cuarenta años de todo eso, mucho tiempo, 14.600 días vividos, uno detrás de otro, la mayoría olvidados, casi todos anónimos, algunos sin embargo prendidos en mi memoria, inolvidables.

Pasamos por la vida sin darnos cuenta, inconscientes del paso del tiempo, sin recordar que tenemos nuestras respiraciones contadas, si lo supiéramos probablemente respiraríamos más despacio, más profundamente, seguramente no correríamos tanto, hasta puede que nos detuviéramos un poco más, quizás incluso nos diera tiempo de oler las flores.

Pero los días siguen pasando y nosotros seguimos corriendo… porque tenemos tanta prisa, tanta prisa por llegar… , a dónde, no lo sé, pero seguimos corriendo.

Creo que los cumpleaños sirven para eso, para obligarnos a parar, a parar para tomar conciencia del tiempo, de lo que ya hemos vivido, de lo que todavía tenemos pendiente, para detenernos y mirar atrás, para hacernos preguntas sobre cómo va el viaje.

Nos recuerdan los días transcurridos desde que empezamos a andar, desde que iniciamos el camino, como señales en la carretera nos susurran que prestemos atención, que el tiempo sigue pasando por nosotros aunque nosotros no queramos mirarlo.

Estoy convencido de que precisamente lo que hace que la vida tenga sentido es la incertidumbre de nuestro destino, de los abrazos pendientes, de las frases por decir; la certeza, ignorada a empujones, de la finitud de la vida, la seguridad de la muerte esperando al final de una curva.

Si ésta no existiera no tendría sentido hacer nada hoy, ni mañana, ni dentro de mil años, para qué si siempre puedo hacerlo más adelante. El sentido de la vida quizásconsiste en elegir lo que queremos hacer con nuestro tiempo, precisamente porque es limitado, y de esta forma la elección adquiere significado, nuestra vida aquí tiene fecha de caducidad, somos como yogures con los días contados.

Cuando llegas a esta edad haces balance, es inevitable. Simplificándolo mucho creo que te puedes encontrar con dos situaciones diametralmente opuestas y con todos los matices que cada uno quiera añadir.

En la primera de ellas tu vida te gusta, estás satisfecho, has dado tus pasos, has tomado tus decisiones a lo largo del camino y el resultado te agrada, te sientes realizado, tu camino, como diría Castaneda, tiene corazón; por supuesto queda mucho por recorrer pero la ruta es bonita y te apetece seguirla.

En la segunda, el sabor que te llega a la boca es bastante más amargo, como de cola de espera, como de todavía no es tu turno, tus ideas no están claras salvo la del error permanente, la de que por aquí tampoco era, y el tiempo sigue pasando …

Si estás en la primera, puedes permitirte un par de sonrisas, puedes reenfocarte en tus metas y seguir adelante, el partido no se acaba hasta que el árbitro pita el final, cada día cuenta, y si no estás del todo dormido ya eres consciente de que lo importante nunca son los minutos transcurridos sino la calidad de tus pasos, hay minutos que valen años y vidas que no valen ni una hora.

Como cuenta Bucay en este cuento quizás deberíamos replantearnos algún que otro concepto antiguo sobre el tiempo y la asignación del valor que le damos…

EL BUSCADOR 

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador…

Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.

De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquel lugar.
El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.

Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra: era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:
Yamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas

El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.Una por una, empezó a leer las lápidas.Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años…Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó.

 Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
– No, por ningún familiar –dijo el buscador-. ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?

El anciano sonrió y dijo:-Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…:“Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda, qué fue lo disfrutado.
A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media…?
Y después, la emoción del primer beso, ¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo…?
¿Y la boda de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿Horas? ¿Días? Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… Cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido. 

No sé tú, pero yo sigo sumando momentos…

La canción de Sabina, hoy no podía ser otra.

davidcru

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