Me gusta creer que la experiencia y el tiempo te permiten aportar cierta esencia a lo que haces. Lo que te ofrezco hoy en mis sesiones es muy diferente a lo que hacía cuando empecé en el 2004. De la misma manera que el tiempo imprime cuerpo y carácter a un vino, el estilo y la forma de hacer coaching de cada uno adquiere una serie de matices que lo diferencian del resto y lo hacen único. No se trata de ser mejor o peor, es sencillamente el resultado de lo vivido y de lo aprendido a lo largo de estos años.
Como en un vino de autor, mis sesiones hoy intentan plasmar mi identidad, mi forma de trabajar, mi evolución… seleccionando, en base a mi propio criterio y de mis mejores viñas, las técnicas que considero que mejor pueden encajar para cada cliente y para cada situación, apoyándome en la libertad que te aporta la experiencia para alejarme del purismo del coaching cuando lo veo necesario. Si tengo que buscar una palabra para definir mi actual estilo de coaching, esa palabra tal vez sea integración, de técnicas y disciplinas ya probadas, de lo consciente y de lo inconsciente, del poso de cada una de las sesiones y de los clientes con los que he tenido el placer de trabajar.
Al llevarte este vino a la boca encontrarás sabores suaves y redondos de la Programación Neurolingúística Transpersonal, o puede que incluso detectes características del Problem Solving o de la Terapia Breve de Nardone. Con tu segundo trago probablemente descubrirás aromas de Hipnosis Ericksoniana y de Descodificación del Stress Biológico mezclados con la fina textura de las técnicas de EFT. El resultado final es complejo, cargado de matices, para llegar a un proceso que, como un vino de autor, pretende ser único, muy personal y difícil de imitar.